jueves, 9 de octubre de 2014

Un regalo que pagamos todos

Por Vanessa Gutiérrez

Debo contarles que hice la 1ª Comunión, como cristiana bautizada (que no practicante, ni mucho menos creyente) por obligación de mis padres, pero sobre todo sin ninguna duda, por los regalos que iba a recibir. Mi confirmación vino a ser más o menos lo mismo, ya que mis padres, supongo que amenazados por mi ateísmo incipiente me obligaron a confirmarme a los 13 años. Como para decir que no, si oficiaba la misa mi propio tío. Eso sí, gracias a que me confirmé recibí la primera cámara de fotos que tuve en mi vida, cosa que en aquel momento me pareció que merecía la pena. Supongo que a muchos les haya pasado lo mismo que a mí. Afortunadamente, aprendí a separar las ceremonias religiosas de todo lo demás que había en mi vida, y empecé a recibir regalos sólo porque algún amigo o familiar se acuerda de mí sin motivo (qué mejor razón para que te regalen algo, digo yo, que el hecho de que alguien se acuerde de ti) o en las celebraciones de mis cumpleaños. Claro, que una ya tiene una edad, y pasados los 30, he dejado incluso de hacer fiestas, pero eso sí, cada año el 25 de noviembre sigo recibiendo numerosos regalos de la gente que me quiere incluso aunque yo ni siquiera compre una docena de pasteles. Así soy.

No soy la única en esta situación, ni mucho menos. Esta semana, sin ir más lejos, he cogido un periódico y he visto en portada que el Palacio Episcopal va a recibir su enésima subvención de dinero público por parte de alguna institución pública. Según el artículo, la cantidad que recibirá hasta 2017 del Ministerio de Fomento ascenderá a casi dos millones de euros. Teniendo en cuenta que el edificio cobra entrada para visitarlo, además de estar exento de pagar el IBI por pertenecer a la iglesia, entiendo que la cantidad es más que desorbitada, incluso aunque ese familiar, que es el Estado, quiera muchísimo y decida cada poco, así sin más, hacerle regalos en señal de amor. Es más, me ha dado por pensar que el Obispado de Astorga se está portando un poco como yo en mis cumpleaños, que le regalan y le regalan sin celebraciones ni nada. Me he sentido un poco rara comparándome con la Iglesia, permítanme decirlo, yo que siempre me he considerado una chica moderna y avanzada, pero la comparación tiene su lógica: teniendo en cuenta que hasta el verano de 2014 que acaba de pasar, se ha celebrado el año Gaudí, y en Astorga y comarca nadie se ha enterado… a mí es que me gusta informarme, y he visto que en otras ciudades, (donde el genial arquitecto debe ser más apreciado que aquí, que parece que sólo le queremos porque gracias a explotar su nombre ante los turistas nos subvencionan las obras y la conservación del patrimonio) se han celebrado exposiciones, visitas escolares, recorridos por el interior de algunos templos… en nuestra ciudad nada de nada, ni exhibiciones, ni charlas, ni acercar a los niños a la obra del genio…, aquí ha pasado sin pena ni gloria, como pasan todas las cosas en Astorga. Que me diga alguno de los que está leyendo esto si sabía que este año el Palacio Episcopal de Astorga tenía algún motivo para conmemorar (aparte, por supuesto, de la cantidad exagerada de dinero que recibe por no hacer nada, razón para alegrarse el Obispado, sin duda).

Qué desagradecidos somos a veces  con aquellos que más nos quieren, sinceramente.  Tanto, tanto, que yo incluso me estoy planteando volver a hacer fiestas por mis cumpleaños.

Publicado en Astorga Red-Acción:

http://astorgaredaccion.com/not/6332/un-regalo-que-pagamos-todos/

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